Perfil docentes
“La bondad debe convertirse en nuestra forma natural de vida, no en la excepción”.
― Buda
Mi nombre es Ana María y soy una mujer que cree en el poder del amor y la compasión. Amo la música y los libros; en ellos he encontrado refugio, compañía y libertad. Uno de mis libros favoritos es “Yo soy Juan” de Jairo Aníbal Niño. Amo muchísimo estudiar y estoy orgullosa de todos mis logros académicos. Hice mi licenciatura en Lengua Castellana en la Universidad Surcolombiana y mi maestría en Educación Inclusiva e Intercultural con la Universidad El Bosque.
Valoro la tranquilidad, el equilibrio y la calma de mi ser, y siempre les doy prioridad en mi vida. Estoy muy orgullosa de la mujer maravillosa en la que me he convertido. La vida me ha enseñado a ser valiente y fuerte, mucho más de lo que alguna vez creí posible. Soy una mujer con alta sensibilidad, algo que hoy abrazo muchísimo. Soy muy empática. Cuando se trata de defender mis valores y ser coherente con mi particular forma de ver el mundo, soy intransigente. Amo los atardeceres, la luna, las flores, las nubes, los árboles, el olor a hierba y los animales. Siento un profundo respeto y admiración por la naturaleza.
Mis hobbies favoritos son escuchar música de Gustavo Cerati, Marta Gómez y Callejeros. Mi película favorita es Eat, Pray, Love. También disfruto ver Friends, The Big Bang Theory, Supernatural y documentales sobre el universo, el antiguo Egipto y el funcionamiento del cerebro. Me encanta empezar mis mañanas escuchando los podcasts de Durga Stef y del Lama Rinchen. Siento una gran fascinación por las prácticas budistas e hinduistas. Y, por supuesto, sueño con viajar a Roma y disfrutar de una auténtica pizza napolitana.
Tengo una visión romántica y quizá utópica de la vida. Pienso que, a pesar de todas las barreras que puedan existir, sí se puede contribuir a la construcción de una sociedad más digna e inclusiva, donde se respeten los derechos humanos. Uno de mis escritores favoritos es Eduardo Galeano y realmente me identifico con sus palabras cuando responde a la pregunta: «¿Para qué sirve la utopía?». Pienso que responde muy sabiamente: “La utopía está en el horizonte, camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Sirve para eso, para caminar”. Estoy convencida de que debemos avanzar hacia una sociedad en la que no sólo se celebren nuestras diferencias, sino en la que también seamos iguales en lo que respecta a los derechos humanos, garantizando su aplicación universal.
Pienso que es esencial acercarnos a las personas que son diferentes a nosotros, sin prejuicios ni predisposiciones, manteniendo la consciencia de que mi propia cultura o perspectiva no es la única válida. En lugar de ello, entiendo que cada ser puede aportar a mi comprensión del mundo y enriquecer mi visión. Validar sus creencias, prácticas y culturas es crucial para reconocer la riqueza de su diversidad y, al mismo tiempo, comprender que compartimos igual de derechos. Estoy convencida de que cada ser humano y cada pueblo es único, y que en esa unicidad existe una enorme riqueza. De esta manera, podemos comprender, conectar y apreciar los matices de la diversidad humana.
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